Allí donde también Buda empuña la espada

OpiniónVcDel Blog de Sandro Magister

Es el caso de Myanmar, donde en nombre del budismo se persigue a quienes pertenecen a otros credos. O de Sri Lanka, que será meta del próximo viaje del Papa. Lo documenta el Informe 2014 de la Ayuda a la Iglesia que Sufre, sobre las violaciones a la libertad religiosa

por Sandro Magister

 

 

ROMA, 6 de octubre de 2014 – Nabucodonosor está siempre entre nosotros. Y quien no adora a su ídolo es arrojado a las llamas, como en el capítulo tercero del profeta Daniel.

El mismo día en el que se hizo público el informe 2014 sobre la libertad religiosa en el mundo, a cargo de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre, en Pakistán una multitud de cuatrocientos musulmanes enfurecidos agredió y arrojó a un horno ardiente a dos jóvenes esposos cristianos, Shahzad Masih, de 28 años de edad, y a su esposa Shama, de 25 años de edad, con cuatro hijos y a la espera de otro niño.

De los veinte países clasificados en el informe con el grado más elevado de violación de la libertad religiosa, quince tienen un régimen de gobierno musulmán, más Nigeria que está religiosamente dividida entre cristianos y musulmanes, aunque en ella señorea Boko Haram, una de las expresiones más sanguinarias del Islam radical. Sin contar a ese nuevo Estado islámico sedicente que se ha asentado entre Siria e Irak, sembrando muerte en nombre de Allah.

Pero el Islam no es la única religión que alimenta acciones de represión y persecución sistemática contra los otros credos.

Entre los 20 países con la más alta tasa de intolerancia está, por ejemplo, uno cuya religión dominante es el budismo: Myanmar.

Y el budismo es dominante también en un país con un nivel de intolerancia un poco inferior: Sri Lanka.

En Occidente el budismo es sinónimo de paz, compasión, sabiduría y fraternidad ecuménica, tal como sucede con su figura más universalmente conocida: el Dalai Lama.

Pero la realidad es muy diferente. La libertad religiosa está duramente reprimida no sólo en Myanmar y Sri Lanka, sino – aunque en menor medida – en otros países donde el budismo es dominante, como Laos, Camboya, Bután y Mongolia.

Sri Lanka será una meta del viaje que el papa Francisco ha puesto en agenda el próximo mes de enero.

Allí los budistas son el 70% de la población, los hindúes son el 12,6%, los musulmanes el 9,7% y los cristianos el 7,4%, la mayor parte católicos.

Durante veinticinco años, hasta el 2009, una guerra civil ensangrentó al país, con el gobierno central empeñado en domar la rebelión de los tamiles, en el norte de la isla.

Los tamiles son predominantemente hindúes, pero la guerra era más política que religiosa. Pero luego del cese del fuego, ha ido creciendo entre los budistas las tendencias más intolerantes, que en nombre de la identificación entre el budismo y la nación agreden y persiguen como enemigos a quienes pertenecen a otros credos.

El informe de la Ayuda a la Iglesia que Sufre proporciona una rendición de cuentas muy detallada de las violencias perpetradas entre el 2013 y el 2014 contra musulmanes y cristianos por parte de las organizaciones budistas más fanáticas, con el apoyo de hecho del gobierno central.

Y otro tanto hace, en el capítulo sobre Sri Lanka, el voluminoso «Libro nero della condizione dei cristiani nel mondo» [Libro negro de las condiciones de los cristianos en el mundo] publicado en estos mismos días en Italia y en Francia, a cargo de Jean-Michel di Falco, Timothy Radcliffe y Andrea Riccardi.

Pero el caso de Myanmar es todavía más grave, y por mucho. Allí el tímido florecimiento de la democracia que ha visto el ingreso al parlamento, en el 2012, de Aung San Suu Kyi, la indómita paladina de la libertad, no ha coincidido en absoluto con una disminución de la intolerancia religiosa, que incluso – escribe el informe de la Ayuda a la Iglesia que Sufre – «ha aumentado en proporción dramática con el ascenso del nacionalismo militan te budista».

También aquí, como en Sri Lanka, conflictos remotos de carácter étnico se han transformado durante los años recientes en agresiones y persecuciones de naturaleza religiosa, por obra de organizaciones budistas fundadas y capitaneadas por monjes, además de las fuerzas armadas gubernamentales.

La persecución tiene en la mira particularmente a los musulmanes de la etnia Rohingya y a los cristianos de las etnias Kachin y Chin, en el norte del país, y de las etnias Karen y Karenni en el este. No se cuentan las mezquitas y las iglesias destruidas, las aldeas sometidas a hierro y fuego (ver foto) y las cientos de miles de personas obligadas a la fuga.

Se filtran noticias de torturas y de conversiones forzadas al budismo, también en personas de tierna edad, con escuelas instituidas para transformar a los alumnos de otros credos en pequeños monjes con la cabeza rapada y la túnica naranja. La importación de Biblias y libros religiosos es ilegal. A los no budistas les está impedida cualquier carrera en las administraciones estatales.

En Myanmar los budistas son el 80% de la población, los cristianos son el 7,8%, los musulmanes son el 4%. A estos últimos, de la etnia Rohingya, las autoridades del Estado de Rajine, en Myanmar occidental, les han impuesto no traer al mundo más de dos hijos por pareja.

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Entre los veinte países clasificados en el informe 2014 de la Ayuda a la Iglesia que Sufre con el grado más elevado de violación a la libertad religiosa hay doce que han registrado durante el último año un ulterior «empeoramiento»:

Irak
Libia
Nigeria
Pakistán
Siria
Sudán
Azerbaiyán
China
Egipto
República Centroafricana
Uzbekistán
Myanmar

La fundación de derecho pontificio que elaboró el informe:

> Ayuda a la Iglesia Necesitada

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El informe no niega que la represión de la libertad religiosa tenga en varios casos motivaciones principalmente políticas, étnicas o culturales. Pero sin ocultar jamás los casos en los que esto acontece en nombre de un credo particular contra los otros.

Este es sin duda el caso del Estado islámico en Irak y Siria.

La naturaleza religiosa, antes que política, de la atroz guerra lanzada contra los «infieles» desde el sedicente nuevo califato islámico ha sido confirmada también por la acreditada revista «La Civiltà Cattolica», impresa con el control previo y la autorización de la Santa Sede, en un editorial del 6 de setiembre de 2014:

«Es crucial estudiar y comprender por qué y cómo combate el IS [el Estado islámico – ndr]. La suya es una guerra de religión y de aniquilamiento. Instrumentaliza el poder de la religión y no viceversa».

Y también:

«La guerra de rasgos religiosos [del IS] es llevada al extremo también contra los musulmanes sunitas que no son ‘verdaderamente’ salafitas, incluidos los Hermanos Musulmanes, Hamas, los wahabíes sauditas y los yihadistas de al-Qaeda. Todos ellos son apóstatas, según el IS, porque no tienen como meta el califato mundial, sino a lo sumo Estados nacionales gobernados por la sharia».

Increíblemente, el director de la «La Civiltà Cattolica», el jesuita Antonio Spadaro, negó después que la revista haya identificado alguna vez como una «guerra de religión» a la guerra desencadenada por el califato:

«The article says that IS thinks it’s in a ‘war of religion,’ but WE must be on guard against thinking that way».

Pero lo que está escrito permanece, a pesar de esta inconsistente desmentida, tal como se puede ver en el texto completo del editorial, en la página web de «La Civiltà Cattolica»:

> Fermare la tragedia umanitaria in Iraq

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Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.

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